El momento en el que los chicanos supieron que podían confiar en Dolores Huerta

Imagen cortesía de Nuestro Stories.

Cuando se trata del movimiento chicano por los derechos civiles de los años 60 y 70, ciertas figuras se han convertido en nombres muy conocidos.

Al entrar a la casa de tu abuelo, puedes ver sus retratos colgados en la pared. Sus nombres son muy apreciados y los viejitos cuentan historias de su fuerza, su amor por la gente y cómo sus voces llevaron nuestras luchas, como corridos flotando en la brisa.

Desde César Chávez hasta Corky Gonzales, pasando por José Montoya y la Real Fuerza Aérea Chicana, no faltaron héroes a los que los chicanos pudieran admirar.

Entre esa venerada lista se encuentra una de las verdaderas heroínas entre los héroes, una de las mujeres que ayudó a allanar el camino y simultáneamente forjó la pala que el movimiento usó para cavar las trincheras.

Dolores Huerta y el poder del compromiso social

Nacida el 10 de abril de 1930 en Nuevo México, Dolores Clara Fernández Huerta era la hija de en medio de sus padres Juan y Alicia Fernández. Sus padres se separaron cuando ella era muy pequeña y Alicia se mudó con sus hijos a Stockton, California, para estar más cerca de su familia.

Dolores se vio muy influenciada al ver a su madre Alicia moverse por el mundo como madre soltera, llevando a cabo múltiples trabajos para asegurarse de que sus hijos recibieran cuidados.

Las lecciones que presenció cuando fue criada por una madre trabajadora y su abuela acompañaron a Dolores por el resto de su vida y en su trabajo de activismo.

Fue ese trabajo de activismo, esa dedicación incondicional al pueblo chicano, lo que le valió a Dolores tan altos honores en los corazones y las mentes de muchas personas en todo el mundo.

Su camino hacia el activismo inició a mediados de los años 50

Dolores Huerta ayudó a fundar un capítulo de la Organización de Servicio Comunitario (CSO), un grupo centrado principalmente en campañas de registro de votantes dirigidas a la comunidad hispana, una comunidad que estaba creciendo exponencialmente en Estados Unidos y que podía influir poderosamente en la forma en la que los votos llegaban al clima político. A través de CSO, Dolores hizo una conexión que cambiaría para siempre el resto de su vida y la de millones de chicanos.

A través de CSO, Dolores conoció a César Chávez, quien estaba trabajando para organizar a los trabajadores agrícolas en toda California. Empezaron a construir juntos con el deseo de crear una fuerza de negociación colectiva que ayudaría a crear condiciones laborales seguras para los trabajadores agrícolas.

Entre 1962 (cuando formaron la precursora de UFW, conocida como la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas) y 1965, cuando la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW) nació oficialmente, la vida de Dolores se dedicó a garantizar que la organización pudiera despegar y funcionara lo suficientemente bien como para luchar por los trabajadores agrícolas de una manera que no se había hecho antes.

Si bien Dolores hizo mucho por muchos, la huelga de Delano de 1965 la consolidó como una defensora confiable, poderosa y vital del pueblo chicano. Más de 5,000 trabajadores agrícolas se declararon en huelga para exigir mejores condiciones laborales, todo ello bajo la experta negociación dirigida por Huerta, quien coorganizó la huelga. Una y otra vez, Dolores arriesgó su seguridad, su reputación y su integridad física por los trabajadores agrícolas y el mejoramiento general del pueblo chicano.

Por Liv Styler

Olivia Monahan es una periodista, editora, educadora y organizadora chicana en Sacramento cuyo único objetivo es arrojar luz sobre historias de nuestras comunidades más impactadas y marginadas, pero, aún más importante, que esas historias humanicen a quienes normalmente quedan excluidos. Es finalista de la Beca Ida B Wells de periodismo de investigación 2022, miembro de Parenting Journalists Society y ha publicado en The Courier, The Sacramento Bee, The Americano y Submerge Magazine, entre otros.

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