Por Manny Ruiz
A mi madre le gustaba decirles a todos que tuve la doble suerte de nacer con los pies por delante y el Día de los Muertos.
Sé que el primer hecho es especial porque solo el tres por ciento de la población nace de nalgas, pero el segundo siempre me pareció inquietante, porque culturalmente no lo entendía como cubano-estadounidense de Miami. Quizá fuera culpa de Halloween. Mientras crecía, mis cumpleaños siempre parecían secuestrados por los engendros y duendes de Halloween por un lado, y los «muertos» del 1º y 2 de noviembre por el otro. Soy un poco optimista, así que ninguna de las dos celebraciones encajaba con mi personalidad.
Gran parte del problema que tenía con el Día de los Muertos era también que no entendía en absoluto su nombre. Me desconcierta admitir que, aunque me gradué en Historia con especialidad en América Latina, y aunque empecé mi carrera en los medios como reportero de prensa, nunca sentí la curiosidad suficiente para investigar el verdadero significado del Día de los Muertos.
No fue hasta que cumplí 36 años y salí por primera vez con mi esposa mexicano-estadounidense, Ángela, que finalmente conocí el verdadero significado del Día de los Muertos: que era un día de recuerdo y honor para aquellos familiares y amigos queridos que ya no están con nosotros.
Lo irónico es que ahora que aprecio el Día de los Muertos en 4D, no podía ser más propio de mí. Soy ese tipo tan eternamente nostálgico que aún conserva los juguetes más preciados de su infancia, los cuadernos de la escuela e incluso las cartas de amor de la adolescencia.
Cuando vi Coco de Disney –una película que es de VISTA OBLIGATORIA para todo lo relacionado con el Día de Muertos–, me quedé aún más alucinado por lo hermoso que es realmente mi cumpleaños, especialmente en México, donde los coloridos altares cobran vida de una manera que refuerza el poder de la familia.
Esta festividad me atrae cada vez más porque me encanta poder contar a mis hijos los recuerdos y las historias de mis abuelas y abuelos, que fueron quienes me criaron, así como de mi padre y mi madre.
Aún tengo que hacer un altar conmemorativo en memoria de mis familiares fallecidos, o incluso de mis difuntos mejores amigos Ayran o Jimmy, que trágicamente nos dejaron demasiado jóvenes. Pero pienso crear uno algún día para ellos, porque lejos de ser morboso, como alguna vez pensé, el Día de los Muertos es para recordar y honrar. No es una fiesta oscura. Es una ocasión de luz, un Día de la Vida.
Este Día de los Muertos, mientras reflexiono sobre mi cumpleaños y continúo construyendo una plataforma de medios de Nuestras Historias centrada en celebrar el patrimonio, los orígenes y la historia latinos todos los días del año, me siento especialmente orgulloso de saber que mi cumpleaños no es un cumpleaños cualquiera. ¡Es el cumpleaños más latino que jamás haya existido!