Por Dayniz Marín
En el segundo día de la festividad del Día de Muertos en honor a los seres queridos que ya no están con nosotros, echamos un vistazo a la mundialmente reconocida Catrina, una imagen más «amable» de la muerte.
Esta figura icónica, a menudo representada como un esqueleto femenino elegantemente vestido, se ha convertido en uno de los símbolos más reconocibles asociados a la festividad.
La representación satírica de la muerte transmite el mensaje de que, incluso en la muerte, todas las personas, independientemente de su condición social o económica, son iguales.
Este es un tema significativo del Día de Muertos, una festividad que celebra y honra a los difuntos, en la que las familias y las comunidades se reúnen para recordar a sus seres queridos que han fallecido.
A menudo se representa a La Catrina con un elegante sombrero con flores, símbolo habitual de la festividad, y su elegante atuendo enfatiza la idea de celebrar la vida de quienes han fallecido en lugar de lamentar su muerte. La imagen de La Catrina se puede ver en varias formas de arte, como calaveras de azúcar, esculturas, pinturas e incluso en el maquillaje y los trajes que llevan las personas durante las celebraciones del Día de Muertos.
Los orígenes de La Catrina se remontan al artista mexicano José Guadalupe Posada, que creó un grabado llamado «La Calavera Catrina» a principios del siglo XX. Lamentablemente, el creador de la Catrina, como muchos artistas, no vivió lo suficiente para ver a su obra ganar fama.
La Catrina de Posada: De Tepito al mundo
Aunque el grabador e ilustrador Posada nació en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852, su obra no se originó ahí. Sus famosas litografías y dibujos de la «muerte» nacieron en el barrio ahora conocido como «Tepito», sin nombre, alias o firma.
Posada no solía firmar sus obras, como lo demuestran los 110 cuadernos que se conservan en el Museo del Niño, de los cuales solo firmó cuatro.
La Catrina nació como una ilustración polifacética, usada tanto para anuncios como para caricaturas que criticaban duramente a la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX. La «Calavera Garbancera», como la llamaba Posada, se refería a las personas de la época que vendían garbanzos y se caracterizaban por tener sangre indígena, pero preferían asociarse con la sociedad europea.
«En los huesos, pero con sombrero francés con plumas de avestruz», los describía Posada. El gran ingenio de Posada dio vida a cientos de ilustraciones, pero no se puede precisar el año exacto. Hay ilustraciones que datan de entre 1912 y 1913. Al ser un ilustrador a sueldo, adaptaba sus creaciones según el encargo, y estas llevaban la firma del editor.
Las calaveras de Posada
Sus ilustraciones se asocian a la temporada del Día de Muertos, pero no nacieron con ese propósito. Posada solía dibujar diferentes situaciones cotidianas que veía en la sociedad mexicana de ese siglo, disfrazándolas para celebraciones, en barrios ricos, pero también en la pobreza.
Más que un símbolo de solemnidad, es un icono satírico que refleja las ideas progresistas y el humor negro de su creador.
El nombre de «catrina» no le fue otorgado hasta 1930, cuando se publicó Monografía: Las obras de José Guadalupe Posada con una introducción de Diego Rivera. Según el historiador Sánchez González, en la página 160 de esta recopilación de ilustraciones aparece la imagen de la calavera con el título «Calavera catrina».
Según el portal relatosehistorias.mx, la Catrina cobró relevancia cuando Diego Rivera la incluyó en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda central del Hotel del Prado.
Posada influyó notablemente en las obras de artistas como José Clemente Orozco, Diego Rivera y Leopoldo Méndez. Por desgracia, Posada no vivió para ver su obra convertida en la importante figura que es hoy ni el cariño que le profesa la gente de todo el mundo. Hoy, quienes deseen explorar la obra de Posada en persona pueden visitar el museo dedicado a su obra en Aguascalientes, México, especialmente la historia de la elegante Catrina.