En colaboración con Jarritos, Nuestro Stories explora cómo un refresco querido se convirtió en parte de las mesas familiares, el orgullo cultural y las celebraciones cotidianas a lo largo de generaciones.
Hace setenta y cinco años, mientras “Tú, Solo Tú” sonaba en la radio y Salón México llenaba las salas de cine, algo se estaba gestando, literalmente, en el corazón de la Ciudad de México. Era 1949: la Segunda Guerra Mundial ya era un recuerdo, el baby boom estaba en marcha y el país rebosaba optimismo. En medio de todo esto, un inventor poco conocido llamado Don Francisco “El Güero” Hill, con el apoyo discreto de su esposa y de sus hijos pequeños, estaba a punto de crear uno de los sabores más icónicos de México. Estaba a punto de inventar Jarritos.
Un inventor incansable, una mesa y el nacimiento de una marca
Francisco “El Güero” Hill, nacido en 1913 en México, fue un padre dedicado y aspirante a químico, conocido cariñosamente como “Coco” por sus 18 nietos. Era un inventor incansable.

“Era muy inquieto, sumamente creativo y adelantado a su tiempo”, explica uno de sus hijos, Francisco Hill. “Era un inventor, en esencia. Se especializó en bebidas, pero todo lo que inventaba iba un paso adelante.”
A finales de los años cuarenta, los mexicanos valoraban sus aguas frescas tradicionales, bebidas refrescantes hechas con frutas, flores y semillas. Pero los refrescos de sabor cola estaban ganando terreno rápidamente, especialmente en los centros urbanos. Ahí fue donde Hill vio una oportunidad.
Desde la casa familiar en la colonia Del Valle, con el apoyo constante de su esposa, comenzó a experimentar con sabores naturales y carbonatación. Era un terreno que conocía bien.
“Cuando mi papá empezó a trabajar en una planta de jugos, en una fábrica de aceites esenciales, conoció al Dr. Ernest Günther, un científico que notó que tenía un paladar y una memoria excepcionales”, relata su hijo. “Günther se convirtió en su mentor y le enseñó la parte científica. Sus libros sobre aceites esenciales todavía se utilizan hoy.”
El tiempo con Günther agudizó sus habilidades técnicas, pero fue su don natural lo que marcó la diferencia. “Era un supercatador”, dice su hijo. “Podía distinguir entre una naranja de Veracruz y otra de Jalisco… no solo por el aroma, sino por cómo se sentía en su lengua.”
Esa sensibilidad extraordinaria guio a Hill mientras desarrollaba lo que se convertiría en la esencia de la marca Jarritos. Pero fue, sobre todo, un proyecto familiar.
“A mi papá no le gustaba trabajar solo”, recuerda su hijo. “La mesa del comedor estaba llena de botellas y pipetas. Nos llamaba para probar: ‘¿A qué te recuerda esto?’ Y si manchaba la alfombra, le decía a mi mamá: ‘No te preocupes, con esta fórmula te compro una nueva.’”
Nadie —ni Hill, ni su esposa, ni sus hijos— podía imaginar que esas mezclas caseras acabarían convirtiéndose en un nombre conocido en todo México y más allá.
El sabor que no pudo ser imitado
Para finales de los cincuenta, Jarritos ya era un nombre conocido en México. Francisco “El Güero” Hill contrató a varios embotelladores que comenzaron a producir y distribuir los cuatro sabores originales. Muy pronto Jarritos se convirtió en un básico cultural, presente en carritos callejeros y fiestas en patios traseros. Incluso se integró a la vida cotidiana con la Copa Jarrito de Oro (1957–63), un torneo de futbol en el que equipos de primera competían por el trofeo dorado de Jarritos.

En esa época la compañía enfrentó dolores de crecimiento, pero la lealtad de los consumidores fue más fuerte, y la marca siguió expandiéndose.
Para los años ochenta, La Preferida comenzó a importar Jarritos a Chicago en pequeños lotes, aunque al principio no tuvo gran impacto. En 1988, el empresario mexicano Luis Fernández, de Ciudad Juárez, se acercó a la familia Hill con una propuesta para embotellar Jarritos localmente y distribuirlo en EE. UU. La familia aceptó, reconociendo que Fernández entendía el modelo de distribución necesario para triunfar.
Un año antes Fernández ya había comenzado a embotellar y
distribuir Sangría Señorial en una empresa conjunta. En 1989 se asoció con la marca de refrescos más antigua del país, Sidral Mundet. Juntas, estas tres marcas crecieron rápidamente en EE. UU. bajo Tipp Distributors, que en 1999 fue renombrada Novamex.
La alianza que le dio alas a Jarritos
Si Francisco Hill fue el corazón de Jarritos, la alianza con Fernández fue sus alas. Con la misión de compartir la cultura mexicana con el mundo, Fernández entendía tanto la magia de las marcas auténticas hispanas como la necesidad de alianzas inteligentes para ponerlas en manos de la gente.

“Fue una decisión excelente para ambas partes”, explica Carlos Hill. “Por un lado, teníamos la marca mexicana más icónica. Por el otro, la familia Fernández aportó tres generaciones de experiencia en la industria de bebidas. Sabían de operaciones, entendían el negocio, estaban bien preparados y eran emprendedores extraordinarios.”
En 2011, Fernández consolidó todo bajo Novamex, con sede en El Paso y Ciudad Juárez: una combinación perfecta de raíces mexicanas y alcance estadounidense. A través de Novamex, Jarritos recibió el respaldo necesario para crecer: mandarinas de Yucatán, expertos en sabores en CDMX, plantas embotelladoras en el norte del país, y la red de almacenes y camiones que llevaban el refresco a estantes en todo EE. UU.
“Construimos relaciones duraderas con agricultores, proveedores, distribuidores, restaurantes y supermercados. Hoy Jarritos está en más de 400,000 puntos de venta. Reforzamos lo que hacía especial a la marca: sabores naturales, azúcar de caña real y esas botellas icónicas de vidrio.
Además, creamos campañas divertidas y coloridas que conectaron con fans a ambos lados de la frontera”, dice Luis Fernández.
Con el tiempo, Novamex creció hasta incluir otras queridas marcas mexicanas y bebidas naturales, pero Jarritos siempre ocupó un lugar especial. El objetivo nunca fue solo vender refrescos, sino compartir un pedacito de México con el mundo, un sorbo a la vez.
“Puede que no seamos perfectos, pero buscamos ser lo mejor que sabemos hacer, a través de nuestros productos”, dice el equipo de Novamex. “No solo exportamos productos, exportamos nuestra cultura al mundo. Cada sabor único es una rebanada deliciosa de nuestro patrimonio mexicano. ‘Be Super Good & Stay Unique’ no son solo palabras: son una filosofía que vivimos en cada aspecto de nuestro trabajo.”
Guiado por los valores, propósito y dedicación de Novamex, Jarritos se convirtió en un ícono global: prueba de lo que se logra cuando una organización tiene una visión clara y se mantiene fiel a su autenticidad.

De los mercados locales al escenario mundial
En los años 80 y 90, gracias a la alianza con Novamex, Jarritos creció como un “árbol de la vida”, arraigado en vecindarios hispanos y extendiendo sus ramas a supermercados convencionales en todas partes.
En los 2000, Jarritos siguió siendo tradición, sabor y familia. A medida que la marca crecía, también lo hacía su huella cultural. Para la década de 2010, Jarritos se conectó con la cultura urbana y conquistó a una nueva ola de fans jóvenes y diversos. La marca apuntó al mercado global y expandió su distribución a más países. Su imagen renovada, empaques variados y personalidad vibrante la ayudaron a destacar. En 2016, el lema “Super Good!” aseguró su lugar en el corazón de nuevas generaciones.

En los 2020, Jarritos pasó de ser la “Bebida Oficial de los Tacos” a convertirse en tendencia en TikTok. Con 12 sabores y una audiencia global en expansión, la marca siguió evolucionando sin perder sus raíces. Hoy en día está estrechamente ligada a la cocina mexicana: muchas taquerías en EE. UU. sirven orgullosamente Jarritos junto a tacos, burritos y tortas. Las redes sociales reforzaron su estatus de culto, con fans compartiendo fotos coloridas y gritando: “Jarritos, Respect The Taco!”
Este año, Jarritos celebra su 75 aniversario, y un mensaje sobresale sobre todos: gracias. El equipo de Novamex agradece a todos los que han abrazado la marca —de adolescentes a abuelas, fans de toda la vida y nuevos consumidores—, desde la CDMX hasta Chicago y Seúl, por ayudar a llevar Jarritos al mundo.
Hoy, Jarritos está en más de 45 países y ha colaborado con marcas como Nike, La Michoacana, dulces Canel’s, Salud Drink Mix y Native en todo, desde paletas hasta productos de cuidado personal. Nuevas líneas como Mineragua, Jarriboba, Jarritos Zero y Jarritos Coconut Water muestran su compromiso de evolucionar sin perder su esencia.
Incluso en moda y belleza, Jarritos ha dejado huella. Varias marcas lo han usado como inspiración, desde tonos de esmalte hasta accesorios, usando los colores vibrantes de Jarritos para añadir un toque auténtico y divertido de cultura mexicana.
Un brindis por el legado, botella a botella
Jarritos nunca fue pensado solo como un refresco para México. Fue creado para compartirse con el mundo. Fans alrededor del planeta lo buscan tanto por su sabor como por lo que evoca: conexión con algo real, con raíces y con una tradición duradera.
Durante 75 años, Jarritos ha sido símbolo de autenticidad, ingenio mexicano y tributo a la tradición. Refleja los valores más apreciados de México: una bebida sin fronteras, “flavored by culture”, hecha con orgullo para perdurar.
Lo que comenzó como un experimento en el comedor de la familia Hill ahora es símbolo de herencia mexicana y orgullo cultural, con conexión global. Con planes de preservar los cuadernos del fundador, digitalizar material en 16mm y continuar con el trabajo filantrópico a través de la Fundación Rosario Campos de Fernández, el futuro promete ser igual de sabroso.
Francisco Hill falleció en 2003, pero sus hijos dicen que su espíritu sigue vivo en cada botella.
“Creo que le encantaría ver que conservamos el logo y la botella”, dice su hijo Francisco. “Mi padre estaría feliz de ver que honramos su legado manteniendo la calidad de los sabores.”

Las recetas originales siguen definiendo la marca, incluso cuando Jarritos llega más lejos de lo que Francisco hubiera imaginado.
“Cada viaje, cada foto que recibimos de lugares como Dubái, Sídney, Estocolmo, Seúl, nos hace pensar en mi papá y en lo orgulloso que estaría de ver Jarritos en tantos países”, dice Carlos. “Mi padre nunca imaginó que Jarritos llegaría tan lejos.”
Este año, mientras Jarritos brinda por 75 años, Novamex agradece a todos los que han abrazado la marca —de adolescentes a abuelas, de fans de siempre a quienes la prueban por primera vez— por ayudar a llevar Jarritos de la CDMX al mundo. Y nosotros, en Nuestro Stories, también levantamos nuestras botellas.
Un brindis por la visión de Don Francisco “El Güero” Hill, por la dedicación de Novamex y por los sabores alegres que nos conectan a todos.
¡Salud!
Esta historia fue producida por Nuestro Stories en colaboración con Jarritos. El contenido fue desarrollado por el equipo editorial de Nuestro Stories, reflejando nuestra misión de celebrar y elevar la herencia latina.