Símbolo de lo divino: la poderosa conexión del jaguar con los mayas

Imagen cortesía de Nuestro Stories.

Los antepasados ​​mayas procedían de una época en la que se veneraba el universo y todo lo que tenía para ofrecer, adoraban al sol y a la luna, del mismo modo que el hombre moderno reza a un ser monolítico, podían leer las estrellas como si fueran una hoja de ruta y habían elegido guardianes del tiempo que aseguraban que sus tradiciones y prácticas siguieran el movimiento de los planetas a medida que se alineaban. Los animales, las plantas, las hierbas y los elementos eran considerados puntos de adoración, cosas que honrar y agradecer. Uno de los animales adorados por los mayas y tenido en gran estima era el jaguar.

El jaguar es el miembro más grande de la familia de los felinos del nuevo mundo y su hábitat natural se extiende desde el norte de México hasta Argentina; sin embargo, a partir de 2021, el jaguar figura como casi extinto en sus hábitats de más al norte. Se sabe que los jaguares se adhieren a un sistema territorial similar imitado en las comunidades humanas, en donde la tierra pasa entre los linajes, lo que podría ser una de las razones por las que eran tan adorados.

Jaguar, Vessel.
Escena de sacrificio en la que participa un jaguar, del lado de los verdugos. La víctima, con cuerpo humano, pero cola felina, cae de cabeza sobre el hocico de una máscara de cauac que sirve como altar (Robicsek y Hales 1981, vasija diecinueve).

El jaguar como deidad

Aunque puede haber muchas otras razones por las que los mayas amaban tanto a los jaguares, uno de los principales orígenes de la tradición del gran felino es la conexión del animal con una de las deidades más adoradas de la cultura maya: la diosa de la medicina y la partería, la mujer arcoíris, la que representaba la luna y actuaba como protectora de las mujeres… la diosa conocida como Ixchel.

Jaguar Goddess Ixchel
La diosa maya de la luna Ixchel con un conejo en cerámica pintada de la época clásica. Imagen cortesía de Wikimedia Commons.

Los españoles destruyeron muchos de los registros de la civilización maya; sin embargo, los tomos y textos que quedan nos indican el origen de la diosa jaguar Ixchel. Ixchel era la diosa de la luna, protectora de las mujeres y tejedora del mundo. De acuerdo con el Chilam Balam (colección de códices que hablan de la historia de los mayas), Ixchel, que significa mujer arcoíris, está vinculada a la luna por su conexión con lo divino femenino. Los ciclos de la luna son la forma en la que los mayas determinaban las épocas de siembra y cosecha. Su asociación con la luna también contribuyó a su asociación con el jaguar.

Según cuentan, Ixchel era considerada la más bella del universo y muchos dioses buscaban su favor. Ixchel, no obstante, solo tenía ojos para el dios sol Itzamná. Itzamná no compartía los mismos sentimientos hacia Ixchel. Se dice que Ixchel empezó a seguir a Itzamná por los cielos, persiguiéndolo a él y a su amor sin éxito, hasta que un día Ixchel, quien tenía un huso lo suficientemente potente como para tejer mundos, empezó a coser un tapiz que ayudó a Itzamná a ver todo lo que ella representaba.

Encontraron el amor y se casaron. Desafortunadamente, Itzamná estaba extremadamente celoso y se convenció de que su hermano, el Lucero de la Mañana, estaba intentando seducir a Ixchel, por lo que la arrojó del cielo y ella se escondió entre los animales de la Tierra hasta que Itzamná la encontró y la convenció de volver a casa.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que los celos de Itzamná afloraran nuevamente.

Ixchel, sabiendo que el ciclo nunca terminaría, esperó hasta que Itzamná se durmiera. Al caer la oscuridad, Ixchel se transformó, tomando la forma de un jaguar negro, y abandonó a Itzamná en la oscuridad de la noche.

La conexión directa entre Ixchel y el jaguar nos da una razón muy poderosa por la cual estos grandes felinos han sido tan idolatrados por los mayas y por muchas culturas alrededor del mundo. Actúan como un símbolo de poder, fuerza, protección, magia y lo divino de la feminidad, que es una de las energías más potentes que el mundo jamás haya experimentado.

Por Liv Styler

Olivia Monahan es una periodista, editora, educadora y organizadora chicana en Sacramento cuyo único objetivo es arrojar luz sobre historias de nuestras comunidades más impactadas y marginadas, pero, aún más importante, que esas historias humanicen a quienes normalmente quedan excluidos. Es finalista de la Beca Ida B Wells de periodismo de investigación 2022, miembro de Parenting Journalists Society y ha publicado en The Courier, The Sacramento Bee, The Americano y Submerge Magazine, entre otros.

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