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«Cuando hayas eliminado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad», dijo el famoso investigador Sherlock Holmes.
Pero para Valente Quintana, considerado el Holmes mexicano, eliminar lo imposible no siempre fue tan fácil. Conocido por seguir siempre la pista de los criminales en el México de los años 20, Quintana persiguió ladrones ingeniosos, interrogó asesinos y enfrentó todo tipo de impostores.
Valente Quintana y los crímenes imposibles
Era 1921 y comenzaba el gobierno de Álvaro Obregón. México sentía que finalmente había llegado la paz, pero la vida criminal bullía en el subsuelo de sus ciudades. Entre crímenes pasionales, asesinatos políticos y robos elaborados, incluso Sherlock Holmes se habría sentido perdido.
Pero no Valente Quintana.
Nacido en Matamoros, Tamaulipas, en 1890, Quintana se mudó a Brownsville, Texas, con su familia después de terminar la escuela primaria. Cruzaron la frontera en busca de mejores oportunidades económicas. Trabajó en varios empleos hasta que lo acusaron de robar la caja registradora de la tienda de comestibles donde trabajaba.
El joven Quintana resolvió el crimen gracias a su intuición e inteligencia, y decidió emprender una carrera en la investigación criminal. Estudió en la Detectives School of America y, tras graduarse, trabajó para el American Bureau of Investigation.
Sus habilidades eran tales que fue considerado para el cargo de comandante. Sin embargo, al enterarse de que debía renunciar a su nacionalidad mexicana, Quintana decidió regresar a México en 1917.
Una ola de crímenes pone a prueba los talentos del joven detective
Justo al llegar, una ola de robos de automóviles azotó la Ciudad de México. Uno de los afectados contrató a Quintana para resolver el caso. El detective recurrió a un rastro de pintura en los autos que trazaba la ruta directa hacia la casa de los criminales.
Pero el caso que lo haría famoso fue el robo al tren en Laredo. Una banda de criminales se llevó un botín de 100,000 pesos en oro y plata, y la noticia cruzó la frontera hacia Estados Unidos.
Los criminales mataron a ocho soldados y dos civiles. Resolver el caso le valió a Quintana el apodo de «El Sherlock Holmes mexicano».
«Con tenacidad, logré obtener con éxito los puestos de asistente, segundo agente, tercer agente, jefe de grupo, comandante de agentes y Jefe de la Comisión de Seguridad», dijo Quintana en una entrevista con «El Universal Ilustrado» en abril de 1925.
Diez años después, Valente Quintana ya tenía su propia firma legal privada que resolvía todo tipo de casos, desde los más pequeños hasta los más complicados. Sus aventuras lo llevaron a librar un duelo para salvar a un pulquero secuestrado e incluso a disfrazarse de leñador para descubrir a una banda de criminales.
Una carrera brillante
Entre los casos que hicieron famoso al investigador mexicano están el asesinato de Álvaro Obregón en 1928 y el asesinato del líder estudiantil Juan Antonio Mella.
Su nombre estaba en boca de todos y, si ocurría algún crimen, la gente solía decir: «¡Ah, si Quintana estuviera a cargo de la policía!»
Sin embargo, su fama también le acarreó problemas.
En marzo de 1925, Víctor Castillo, alias «El Raja Pescuezos», lo acusó de haber ordenado el asesinato de Teodoro Camarena, líder de una banda criminal capturado por Quintana cuatro años antes.
El detective fue enviado a la prisión de Belén, donde estaban recluidos hasta 100,000 criminales que él mismo había detenido, según «El Universal Ilustrado».
Quintana fue liberado una semana después, pero seis días más tarde fue nuevamente acusado de corrupción.
Estas acusaciones lo obligaron a renunciar a su cargo en la Inspectoría de Policía. Aunque eventualmente regresó a trabajar para la Policía del Distrito Federal, Quintana se retiró para encargarse de la Oficina Nacional de Investigaciones que fundó en 1926.
Quintana resolvió casos hasta su muerte en 1969.