Humanizando el éxodo de El Mariel

Crédito: Nuestro Stories.

Cuando el régimen de Castro asumió el poder en 1959, Cuba –lenta pero seguramente– empezó a cerrar sus fronteras al mundo exterior. No solo no dejaba entrar a los extranjeros, sino que tampoco dejaba salir a los cubanos que ya no deseaban estar allí. Aunque muchos habían apoyado los ideales revolucionarios desde el principio, con el paso del tiempo quedó claro que los ideales no se correlacionaban con la realidad de la situación. En respuesta, se impusieron embargos a Cuba y la propia economía comenzó a caer.

La vida de los cubanos cambió

Cada vez más personas se desilusionaron y fueron incapaces de sobrevivir en un país que sufría estancamiento; sin embargo, cuando el principal aliado de Cuba, la ex Unión Soviética, empezó a disolverse, Cuba perdió su principal fuente de apoyo comercial. Muchos cubanos que prosperaban financieramente antes de que Castro tomara el poder se encontraron en una situación de pobreza, un lugar que nunca habían conocido. El cambio comenzó a pasar factura, llegando a un punto crítico a finales de los años 70, cuando una serie de incidentes llevaron a Castro a anunciar la opción de un éxodo.

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Una variedad de solicitantes de asilo buscaron refugio en un estilo que puede describirse mejor como “por cualquier medio necesario”. Desde chocar un autobús contra la embajada de Venezuela y un grupo de disidentes que intentaron entrar por la fuerza en la misma embajada meses después, hasta otro grupo que chocó un autobús contra la embajada de Perú, no faltaron momentos como estos previos a El Mariel.

Finalmente, cansado de los incidentes, Castro le habló al país el 1 de mayo de 1980. En el discurso, Castro dijo que, aquellos que pudieran irse, que se fueran, diciendo

“Los que no tienen genes revolucionarios, los que no tienen sangre revolucionaria, no los queremos no los necesitamos”.

Los inicios de El Mariel

En su declaración, Castro dio seis meses a quienes quisieran salir para aprovechar la oportunidad. En ese tiempo, más de 125,000 personas atravesaron los puertos de El Mariel, llenando barco tras barco con quienes buscaban refugio lejos del país que alguna vez conocieron como propio; un país al que habían visto cambiar, ya sea para bien o para mal, sin su capacidad para controlar el resultado.

De lo que muchas veces no se habla es de que, de esas 125,000 personas, no todas huyeron voluntariamente. Aprovechando la situación como mejor le pareció, Castro no solo abrió las fronteras para permitir salir a quienes quisieran, sino que lo aprovechó como su oportunidad para “limpiar” el país de las personas que consideraba acompañantes, un término del argot en español para referirse a quienes consideraba basura. Castro deportó por la fuerza a una variedad de personas: criminales convictos, aquellos que fueron considerados con enfermedades mentales graves, trabajadores sexuales y personas LGBTQ+ que Castro veía como una afrenta. El régimen de Castro desterró efectivamente a 20,000 personas que consideraban “menos que” dignas de tierras cubanas.

Los Marielitos, como se les suele conocer, encontraron un hogar en Estados Unidos. Es difícil decir si esto se consideró una victoria. Ya sea por la fuerza real o por una elección fuertemente impuesta, tener la necesidad de huir de la tierra de donde naciste y creciste nunca se siente realmente como una victoria. La supervivencia suele ser el lado positivo y, para muchos, eso es lo que El Mariel les ayudó a hacer.

Por Liv Styler

Olivia Monahan es una periodista, editora, educadora y organizadora chicana en Sacramento cuyo único objetivo es arrojar luz sobre historias de nuestras comunidades más impactadas y marginadas, pero, aún más importante, que esas historias humanicen a quienes normalmente quedan excluidos. Es finalista de la Beca Ida B Wells de periodismo de investigación 2022, miembro de Parenting Journalists Society y ha publicado en The Courier, The Sacramento Bee, The Americano y Submerge Magazine, entre otros.

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